Señor
Amo
cada uno de tus pasos, a través de tu huella aprendí a conocerte. Me enseñaste
valores, esparcidos en realidades y no sentí temores… de tu mano siempre.
Aprendí
los recodos que encierra el afecto, a comprender palabras, a respetar
silencios, a arrodillarme en dulce oración. Me enseñaste lo diminuto del
tiempo, en tiempos de espera que se torna inmenso. Acompañaste mi entrega al sembrar tu semilla,
perdonaste mis dudas, mi olvido, mis idas y vueltas, y aún así, siempre has
sido mi abrigo.
Y me
veo en tus ojos, cuando cierro los míos, no es la imagen, ni la figura del
templo, es algo más, tan intenso es el llevarte por dentro, el hablar sin
respuestas, el decirte sin voz, y que tú me escuches y concedas milagros, me
enseñaste a creer en un ser superior.
Amo
cada uno de tus pasos. Diminutos… los
míos, quieren ser espejo, a veces se difuman, se pierden, y me guías obviando
el detalle…
María
del Carmen Menéndez García
MACARENA
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